Rahul Paniker, Jane Chen y Linus Liang son nombres que quizás no te suenen familiares, pero su historia ha salvado muchas vidas. Estos estudiantes de la Universidad de Stanford transformaron una asignación de una clase rutinaria en un producto real.
Los tres estudiantes con especialidades de ingeniería, administración y sistemas computacionales, crearon un incubador con un 99% de reducción en el costo, este incubador portátil se viene utilizando para salvar vidas en países en desarrollo.
Lo que en un inicio parecía una asignación a personas no relacionadas con lo “creativo” se convirtió en un producto de innovación disruptiva que actualmente se convierte en un proyecto de vida. La expectativa de estos cuatro estudiantes fue evolucionando al estar en contacto con el Modelo de Design Thinking* de la d.school+ de la Universidad de Stanford, lo que cambio su concepción de los modelos creativos y de innovación .
La forma en la que percibimos nuestro entorno, cómo entendemos los problemas o las ideas preconcebidas, son un filtro del que probablemente no somos conscientes y está limitando nuestro potencial. La creatividad interviene cuando tienes la oportunidad de generar nuevos enfoques, ideas o soluciones. Y como lo vamos a establecer desde un principio, somos humanos y por lo tanto, creativos.
Es una realidad que muchas de las personas que han descubierto estos procesos creativos han tenido un desarrollo exponencial en sus carreras o forma de vida, como lo ejemplifica el caso de Rahul Paniker, Jane Chen y Linus Liang.
La creatividad adquiere mayor relevancia cuando se transforma en innovación. Es decir, cuando la idea se convierte en un producto, experiencia o servicio cumpliendo criterios que en conjunto conforman la naturaleza de la innovación*:
- Tiene la capacidad de incorporar filtros que garantizan el cuidado de lo simbológico, de lo cultural y la atención de valores humanos para que sea buscado en general por las personas. Es deseable.
- Cumple con las condiciones para una adaptación técnica o tecnológica para que se pueda realizar, lo que conocemos como la adaptación tecnológica. Es factible.
- Tiene un retorno que genera valor para transformar el conocimiento en un emprendimiento de negocio o aportación social exitosa. Es viable.
En la intersección de estos criterios encontramos la innovación y es en estos términos que podemos establecer los indicadores que medirán algún grado de innovación.
Somos testigos de ejemplos de esta innovación en nuestro día a día; emprendimientos y desarrollo de productos que cumplen con indicadores exitosos a partir de llevar la creatividad a la innovación, aquí algunos ejemplos que hemos visto nacer en los programas de innovación:
- Recetas de cocina que se adaptan a las condiciones de diferentes sectores sociales
- Restauración de un sector de la industria secundaria del petróleo, para adaptarse rápidamente a los cambios de mercado.
- Diseño de Productos de limpieza residencial, basados en el uso de materiales locales.
- Desarrollo de propuestas para la adaptación de estructuras organizacionales, en un tiempo significativamente menor al estimado.
- Construcción edificios con reuso de materiales y un alto de grado de eficiencia energética, que en el diseño ejecutivo no se habían identificado.
- Rediseño de un sistema de organizaciones deportivas a través de programas de participación de jóvenes en la construcción de las unidades recreativas.
- Restauración de áreas dañadas por contingencias ambientales, cambiando las premisas y supuestos que se habían utilizado en proyectos similares.
- Desarrollar un plan de posicionamiento comercial en 48 horas.
Es seguro que alguna vez has estado en esta brecha donde tu creatividad busca la innovación, encontrar que tus ideas puedan ser deseables, factibles y viables, nos indica que las transformas para hacerlas útiles a la sociedad o su entorno.